Un gordo negro
Estábamos con mi amigo Dudy viendo a Catupecu Machu. El recital era en un campo que parecía Woodstock tal como recuerdan las películas setentosas. Hasta había unas piedras que parecían ruinas de un pueblo abandonado desde hace cientos de años. La banda sonaba a lo lejos y nosotros en algún lugar del campo sacábamos una bolsa llena de cosas. Intenté armar algo con esas cosas, algo grande, como un gordo negro, pero me salió un bollo de papel relleno. Mi amigo Dudy quiso armar algo con esas cosas también, pero terminó con una pelota de papel en las manos y la mirada desconcertada. Por suerte Rafa y Ale estaban con nosotros. Rafa agarró esas cosas y armó un rollo largo y prolijo. Una obra de arte en sólo unos segundos pasó por nuestras manos. Usamos el rollo hasta que estuvimos satisfechos y seguimos viendo el recital de Catupecu. En algún momento me dormí sobre el césped y soñé. Estaba sentado en un escritorio, una mañana cualquiera, en una empresa cualquiera, y mi amigo Dudy se acercaba para contarme que había soñado conmigo. Desperté. Dudy estaba al lado mío, mirando el recital, quizás. Le pregunté si alguna vez había tenido un sueño en el que yo estuviera presente. “Puede ser” me dijo “no me sorprendería, todos soñamos cosas raras”.